Si supiera darte un verso

que reposara en la imagen, como tu fuiste gaviota

y me prestaste tus alas

 

En ocasiones, la noche se despierta, la piel se agacha en silencio y se anuda a la memoria en el intento de beberse todo, de ahogarse entre dibujos, fotos y textos, las

imágenes que rondan cuando cierras los ojos, esperan impacientes que tu mirada las despierte, y aparecen palpitando, y las líneas que marcan su contorno reclaman ese aroma que resbala en el paisaje, que borre el dibujo claro, que diluya ese gesto inacabado, que las hagamos nuestras, que habitemos en su espacio.

 

Las imágenes de Rafael retumban y se anudan a las historias que no se encogen en lo que nada es.

 

De chico yo viví en una casa de una alegre calle, mi bicicleta recién pintada, unos lápices de colores y un libro que releía continuamente, y un día sentado en el contén de la acera vi pasar tartamudeando mi destino escrito en la garganta.

 

Al ver lo que soy

lo que olvidé mirando

lo que soñé algún día

Al ver lo que soy

lo que perdí esperando

 

Ese sentimiento en los paisajes de Rafa, ocupando su interior, todo él, que desgrana lentamente historias de largos paseos, verdaderos encuentros y desencuentros, de días largos de soledad, de momentos de pasiones, como quien vive en la propia imagen, y sin remedio nos ata a los recuerdos. Tus imágenes tienen esa intensa armonía donde no se repite el interminable estribillo que consigue mover el deseo que reclaman, y debo decir que después de oír tus paisajes, me siento en el contén de la acera, y al amasijo de rayas, de manchas y desconchones, que gritando pataleaban mi retina, les doy orden y equilibrio.

 

Destapaste los sonidos que se habían escondido tanto tiempo, y se mostraron sin temor, invadiendo la memoria, y fue esa sinfonía de imágenes la que me devolvió la cajita del recuerdo, como la Joven de la Perla, alguien que parece de otro tiempo.

Te desnudaste en tus paisajes y te sentaste en el borde de los sueños.

 

Jorge Alonso Molina

La Habana