Los diez fragmentos identificados se expondrán por primera vez al público y de forma permanente en el Museo de la Facultad de Geología
El Museo Arqueológico de Asturias ha cedido al Museo de la Facultad de Geología de la Universidad de Oviedo diez fragmentos del meteorito caído en Cangas de Onís en el año 1866. En el acto, celebrado esta mañana en las dependencias del Museo de Geología, estuvieron presentes Ignacio Alonso (Director del Museo Arqueológico de Asturias), Luis Miguel Rodríguez Terente (Director Conservador del Museo de Geología), Álvaro Rubio Ordóñez (profesor responsable del descubrimiento) y las autoridades académicas del Departamento y Facultad de Geología, así como diversos profesores de las disciplinas relacionadas.
Gracias al acuerdo alcanzado con el Museo Arqueológico de Asturias los nuevos meteoritos se expondrán permanentemente y por primera vez, en una vitrina del Museo de Geología de Universidad de Oviedo, acompañando al fragmento histórico que estuvo en el Gabinete de Historia Natural de la Universidad, y que con 3.278 g, constituye la segunda pieza de este meteorito más importante del mundo, tras el que se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.
Las nuevas piezas de la colección han sido identificadas como diez meteoritos cuyo peso global es de 414,10 gramos. Según la documentación existente, se recuperaron aproximadamente 56 piezas diferentes del citado meteorito, que en total sumarían aproximadamente 35 kg. Diversos hechos históricos desafortunados han hecho que hoy en día sólo se conserven 22 kg cuyo rastreo resulta difícil y confuso al haber desaparecido muestras en análisis, pérdidas patrimoniales, etc. Estas muestras están repartidas en museos nacionales e internacionales como los de París, Washington o Londres.
El meteorito caído en Cangas de Onís el 6 de diciembre de 1866, constituye uno de los meteoritos más estudiados del mundo, ya que, al igual de lo acontecido en febrero de 2013 en Chelyabinsk (Rusia), el momento de su desintegración fue escuchado y observado por los habitantes de la zona. Esto facilitó que muchos de ellos pudiesen recoger fragmentos que vieron caer en el suelo. La composición férrica de estos meteoritos hace que sean muy inestables bajo nuestras condiciones climáticas, lo que hizo que aquellas muestras que no fueron recuperadas en los meses sucesivos a la caída hayan sido destruidas por alteración.